Su oído de melómano y espíritu emprendedor, lo llevaron a París a mediados de los 70, a conseguir un sonido que apenas despuntaba en nuestro medio.
La pasión por el ambiente musical de picós y verbenas que se vivía con furor en las barriadas populares de Barranquilla en los años 70, aunado al impulso de su espíritu comercial y aventurero llevaron a Donaldo García a apostarle a una propuesta rítmica que apenas despuntaba en ese medio, en el que hacía de picotero de grandes máquinas como El Latin Soul, El Isleño, El Solista, El Rojo y El Gran Pijuán.
Con oído y espíritu visionario palpó con suficiente acierto el efecto que producía entre los jóvenes verbeneros de la época (1975), dos discos en particular: “El indio Mayeye”, (Kwanda Fioti Mingi) de sonido netamente africano; y el otro,‘WaiSeMa’, de los Rapaces, un grupo de la isla de Guadalupe, en las Antillas menores, y que aquí se conocía como “Aweise”.
Era un ritmo novedoso con mucha acogida entre la gente verbenera, que entonces disfrutaba el auge continental de la salsa, la música que reinaba en ese alegre mundo de la rumba barrial.
Donaldo no fue ajeno al fenómeno, y ante la ausencia en el mercado local de proveedores de esa música, emprendió de su cuenta dos osadas travesías internacionales en su afán de conseguirla y promocionarla él mismo, básicamente entre Barranquilla y Cartagena
El primer viaje fue a Nassau, Bahamas, en 1975; y al año siguiente, el más osado, a París, Francia.
A su regreso de París con un cargamento de más de 300 LP, se producía el “ingreso oficial” a estas dos ciudades del Caribe colombiano de la música africana que aún persiste, y que se ganó para siempre la denominación de “música verbenera”, por ser en estos espacios festivos donde se engendró y difundió.
Claro está, en materia de música africana ya aquí se conocía la obra rebelde de Miriam Makeba, activista por los derechos humanos y luchadora contra el racismo.
Eran célebre sus temas Akana mkomo Nkomo (Caracoles), Pole Mzé, Pata Pata, entre otros.
También eran identificables calipsos como Matildá, pero, digamos, estos temas llegaron de manera formal, muy comercial a través de las casas disqueras tradicionales.
En cambio los mencionados ‘Mayeye’ y ‘AweiseMa’ aterrizaron de ‘incognitos’, subrepticiamente, por fuera de la oficialidad de las disqueras y eso los hacia más atractivos.
Pues además de sus reconocidas cadencias, no los tenía todo el mundo, no se podían obtener en los almacenes de discos locales.
“En ese entonces se tenía muy en cuenta la condición de “exclusividad” de un tema, es decir, que sumado a su buen ritmo no fuera común, no lo tuviera más nadie. Era algo recurrente entre los propietarios de picó”, recuerda Donaldo.
La historia
Kwanda Fioti Mingi, nombre original de “El Indio Mayeye’, llegó a la ciudad por cuenta del barranquillero Ernesto Corrales, que trabajaba como mecánico de aviación en Zaire, África subsahariana, actual Congo, quien se lo envió de regalo a su hijo del mismo nombre, que residía en el barrio La Magdalena.
Este a su vez se lo regaló a su vecino, el señor Cristóbal Ruiz, a la sazón propietario del picó El Nuevo Sibanicú, que no dudó en incluirlo en la programación de las verbenas de los fines de semana.
La bola corrió entre los verbeneros de la ciudad, que comenzaron a seguir al Sibanicú para regodearse con aquel tema exótico.
De hecho el eslogan o frase de combate del picó hacía alarde de ser, “El azote africano”.
El nombre de “El indio Mayaye’, dado al disco en la ciudad, correspondía en realidad a la fonética que generaba en idioma español la pronunciación de un aparte de ese canto africano.
Era una decisión arbitraria de la gente del medio picotero con el fin de “castellanizar” el nombre del disco e identificarlo mejor.
Donaldo Garcia muestra ejemplares de música africana.Foto: Cristian Mercado
Lo que sucedía en Cartagena
Al mismo tiempo que el ‘Mayeye’ era sensación en Barranquilla, en Cartagena hacia lo propio en el medio picotero de esa ciudad, “Aweiseman”, como ya dijimos de un grupo de la isla de Guadalupe, en las Antillas menores.
Tenía rótulo de “exclusivo” en la discoteca del picó El Ciclón, de propiedad del señor Víctor Jiménez, quien nunca explicó cómo logró obtenerlo.
Se dio ese caso curioso, en Cartagena no tenían ‘El Mayeye’, y en Barranquilla tampoco contaban con el ‘Aweiseman’.
“De la ‘fiebre’ que desataba esa música en el medio verbenero, que era una ‘vaina’ masiva en Barranquilla y Cartagena, me inspiré para lanzarme en en 1975 a esa aventura de Bahamas, y luego París”, recuerda ahora Donaldo a la edad serena de sus 76 años.
Para entonces era un joven de 30 años, con el ímpetu intacto y ansias de llevarse al mundo por delante.
“En el primero de mis viajes, que fue a Bahamas el objetivo era conseguir ‘Aweis man’, pero no lo encontré por ninguna parte. Entonces me traje, entre muchos, ‘Los Nativos 1 y 2’, que se convirtieron en los éxitos rotundos que aún se escuchan”, dice.
¡París! ¡París!
En 1976 el destino fue París, ‘La Ciudad Luz’ de la humanidad, de la que se dice coloquialmente: “Ver París y después morir”, pero que en ese momento constituía solo una oportunidad de negocio para García.
De ese periplo a la capital francesa rememora que desconocía el idioma, pero en su casa tenían un libro del método Cortina que le fue de mucha ayuda.
“Ahí aprendí la pronunciación de las combinaciones, au, aeu, mucho vocabulario, y en la Librería Nacional descubrí un “manual para viajeros”, de cómo hacerse entender y desplazarse en París a pesar de ignorar el idioma”.
“Duré estudiándolo 20 días. Era muy completo, cómo saludar, que debía hacerse y que no. Incluía hasta cómo se debía hacer aduana en el aeropuerto Charles de Gaulle”.
“Contenía frases para el aeropuerto, taxi, hotel, restaurantes, y cómo pedir una dirección”.
El viaje lo financió a través de la agencia de viajes Viaturla, de su amigo Eduardo Cadena.
“Conservé los ‘tickets’ hasta antes de pandemia, después decidí botarlos”, señala.
“En ese viaje a París duré 17 días y tras visitar las inmensas tiendas de discos mañana y tarde, me dio tiempo de hacer algo de turismo por el río Sena, la Torre Eiffel, los Campos Elíseos. Viajé con unos 7 mil dólares”.
Unos de los temas más destacados que llegaron en ese desembarque africano de 1976 fueron el ya mencionado Kwanda Fioti Mingi (‘Indio Mayaye’) y Mission Mben (El Sama Sama’), grabados en el sello Tcheza Records.
De ahí en adelante todo es historia y anécdotas, como la del “vuelo inaugural”, en la que le llevaron el equipaje a Londres y lo dejaron solo con la ropa que llevaba puesta.
Temas de la musicología africana.Foto: Cristian Mercado
“La aerolínea me trató bien, me dio ropa para el frío y elementos de aseo mientras regresaban el equipaje”.
Entre los detalles que podemos llamar negativos de esa gran aventura se encuentra el hecho de que toda esa música la trajo sin sus carátulas originales y con los sellos borrados. Esto, por dos razones:
Disminuir el peso del equipaje para rebajar costo, y la otra, el bendito asunto de la “exclusividad” de los picós, sus mejores clientes que no querían dar señas del nombre del disco y de la agrupación.
“Esas son una de las cosas que lamento, porque se perdió por años información valiosa sobre grupos, artistas, canciones, sellos, movimientos musicales, etc, que apenas en los últimos años se han ido recuperando gracias a la tecnología y el avance de las comunicaciones, las redes sociales”, precisa Donaldo García.
Un pequeño listado de temas africanos traídos de la mano de Donaldo García, y que se convirtieron en clásicos verbeneros son:
1.-WULOMEI, La Muleta
2.- JEAN RAHP LOUMBET, innovación del Pitico
3- LYDIA EWANDE, La Violina
4- VICTORIA KINGS, El Óscar.
5- SHIRATI, El San Martín.
6- WOYA, El Popeye.
7- PASTEUR LAPPE, La Olla.
8- ORCHESTRE VIVA KEMALE, La Mecedora.
9- ORCHESTRE AFRICAN FIESTA, Paquita1.
9- WOYA, El Popeye.
10- STAR OF NAMACO, El Asprilla.
En total fueron cuatro viajes a París en búsqueda de remesas de música, 1976, 1980, 1981 y 2000.
“Ya del 2000 para acá el fervor por esta música mermó, se hizo más fácil conseguirla y muchos desviaron a una rítmica africana que ahora es objeto de muchos cuestionamientos”, concluye Donaldo, quien reconoce que para esa época el mercado picotero de los cartageneros fue importante.
“Cuando regresaba de viaje ya me esperaban en el patio de mi casa la gente de Cartagena, grandes conocedores, aunque obviamente en Barranquilla también tuve mucha acogida entre los picós, tal vez el más apático resultó ‘El Gran Che’.
A grandes pinceladas así resultó la llegada de los clásicos africanos a Barranquilla de la mano de un melómano, visionario, y por qué no decirlo, con sentido aventurero y comercial, Donaldo García.